Puedo oler el río, por el bajo.
El humo azul se deshace en el vaho de la tarde que se desploma,
anclándose en el horizonte. Unos pájaros se deslizan arriba. El río se
hace a la mar donde los botes crujen, alumbrando faros en el agua. La noche
respira avivando los suyos en el cielo. Se tejen puentes en el
aire, jirones, retazos, traman la red.
Tus ojos aspiran transparencias que salen de tus dientes, corrientes
tibias.
La tela liviana tiembla alterándote la piel.
Se que tu alma desemboca en el río.
Voy a buscarte cada vez que llueva.
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