La guerra más cruel que atañe al hombre
no se
libera contra el reino vecino,
ni
contra intereses ajenos,
ni sobre lo que cree
son sus semejantes en usos y costumbres.
La libera
contra sí mismo.
Las verdaderas víctimas son sus hijos, aquel otro sexo, y lo que designa como afectos.
"Homo homini lupus."
El
campo de batalla pírrico
es su egoísmo
y la mal entendida necesidad,
como
derecho,
de amar y ser amado.
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