Me he rendido sobre una mesa
apilando los codos.
Hoy, hace veintiún años
que nadie me regala flores,
y he aprendido que llorar
exagera la tristeza.No lloro porque me siento
suficientemente apenado.
Mustio de pena fría,
sin flores,
embalsamado.
No me duele la soledad.
Me duelen los dientes
el tiempo
la vejez
el viento que no teje en tu carne.
Estoy atragantado
de dolor,
de ser humano.
Me duelen las formas
el aire
las manos.
No me duele la soledad.
Me duele tu falta.
Aquí,
a mi lado.
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