El viento me empujó a tejer un puente.
Los cimientos brotaron de un río de plata,
anclados en melancolía y el ansia
de las alas de un ángel.
Arrastrándose al norte
se tapizó de orquídeas y tierra caliente.
Canto de sirenas hicieron redes de las velas,
lo escurrieron hasta el templo de la lluvia.
Tlaloc, lágrimas de Francia y otoño,
lo volvieron espejo de sal,
mástil de cuerdas flamencas,
conquista y ruina.
Se encaja hoy entre cumbres,
serpiente austral,
viento y soledad.
Se pierde en las montañas hasta encontrarse.
Todas las formas y ninguna.
Torre.
Páramo.
quien sabe después