lunes, 19 de diciembre de 2016

Una tarde cualquiera




— Si pudieras recobrar el tiempo, ¿qué momento rescatarías?

— Rescataría la tarde que se repite en la lied de Korngold, o en Lohengrin de Wagner. La tarde crepuscular de puertas cerradas. La tarde de lluvia en la que converso con mi padre. La tarde que se alarga y descansa en la montaña. La tarde en que descubro su fragancia. La tarde que se anega con la luz de una mirada. La tarde que se despide y embarcándose se apaga. La tarde más solitaria medida en historia humana. 
Esa tarde, o la que aún no ha pasado…





lunes, 12 de diciembre de 2016

En la lluvia




Puedo oler el río, por el bajo.

El humo azul se deshace en el vaho de la tarde que se desploma, anclándose en el horizonte. Unos pájaros se deslizan arriba. El río se hace a la mar donde los botes crujen, alumbrando faros en el agua. La noche respira avivando los suyos en el cielo. Se tejen puentes en el aire, jirones, retazos, traman la red.

Tus ojos aspiran transparencias que salen de tus dientes, corrientes tibias.
La tela liviana tiembla alterándote la piel.

Se que tu alma desemboca en el río.

Voy a buscarte cada vez que llueva.





sábado, 10 de diciembre de 2016

Tres historias




Las arrugas en las manos son caminos,
ojos hundidos en sal y gris de mar.
Como esos surcos de fuego en la piel.
El caballo pisa, y el pasto crece igual.
El resto es, vanidad histórica,
el vaho de un sexo triste trasnochado,
en los bajos de una casa vieja.
Tabaco amargo trasegado en la piel, 
y cien años, con cien años más,
de infinita soledad.







viernes, 9 de diciembre de 2016

Ángel caído




Sus alas son ahora inmensurables.
Se extienden a lo largo del deseo.
Su fe es férrea porque lo carcome.
Aún así, la mantiene y la sufre.
Eligió saltar a la corriente humana,
la ilusión de lo siempre eterno
ya no lo fatiga ni lo encarcela.

Lo que el ángel no sabe ni intuye,
es que la mujer que lo incitó, sostiene
en su indiferencia, un dolor más vasto
que una eternidad de vida.





lunes, 5 de diciembre de 2016

Diciembre 2016




Soy más viejo que la cara del espejo.
La imagen me sumerge en un desamparo
más vasto que las sombras de la noche.
El mundo de los hombres me aburre,
y no alcanzo sus anhelos o temores.
Sus instrumentos me son tan ajenos
que me disipo en un mundo de letras.
Me obligo a musitar el inefable
nombre de un Dios que no existe y nunca fue.
Tampoco hay ya mujeres en mi vida.
No soy más que un eco de mil y una noches,
conjurando recuerdos falaces
en el afán de mitigar desdichas remotas.