Soy más viejo que la cara del espejo.
La imagen me sumerge en un desamparo
más vasto que las sombras de la noche.
El mundo de los hombres me aburre,
y no alcanzo sus anhelos o temores.
Sus instrumentos me son tan ajenos
que me disipo en un mundo de letras.
Me obligo a musitar el inefable
nombre de un Dios que no existe y nunca fue.
Tampoco hay ya mujeres en mi vida.
No soy más que un eco de mil y una noches,
conjurando recuerdos falaces
en el afán de mitigar desdichas remotas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario