martes, 22 de diciembre de 2015

Lucidez




Hay un demonio más antiguo y más sutil que el tiempo. No tuvo nunca la fortuna de tener forma de ángel. Antes de que nada fuera, también Él era. Este demonio habita en mí y se alimenta de mi ser. Me incita a recorrer abismos oscuros, inmensos. Me entrega a la desesperación que transmuta en sombría locura.

Él cuestiona irónico si vale la pena seguir respirando. Él coquetea con la idea del suicidio y del interrogante acerca de la inutilidad de vivir, como lo planteara Camus…

Cuando logro al fin silenciarlo, dominarlo, una paz insondable me llena de la gracia necesaria para intentar ser redimido.

Es cuando entiendo que al vasto amor hay que soltarlo.
Es cuando siento que necesitamos imperiosamente conectarnos.

Que además de acariciar pieles, requerimos acariciar almas.







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