martes, 29 de agosto de 2017

Odisea




Ahora entiendo que los momentos resplandecen
justo al mismo instante en el que palidecen.

Entiendo que cada una de las infinitas verdades
que existen para expresar la realidad
son tan verdaderas como falsas.


Mira que he visto miles y miles de historias mínimas
en el perfume del aire de la Acrópolis
en el sabor dulce de las naranjas de Eritrea
en el sol que se desploma 
ahogándose en los canales

y en un mar de carne humana

En las chicharras que rugen verano
en las caderas tiernas de los caminos
en las noches de espejismos y guadañas
y en el mármol de pupilas fatigadas


Los minaretes requieren al mismo dios sordo y caprichoso.

Los túmulos ignoran a los héroes borrando sus huellas.

Las guitarras tejen embrujos y agonía, 
cenizas y cansancio humano.


Y luego,
geografía de cejas pobladas,
de pestañas apretadas.

Labios pulpa y paraíso
simetría dolorosa.

Fruta fresca color de sol,
dátiles y olivo,
inmensidad dormida
cárcel y sacristía,

envuelta en un manto de tiempo





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