viernes, 15 de junio de 2018

La conciencia




    El día se ahoga en la ciénaga triste.

    Limpia de sus nudillos callosos la sangre oscura de su madre, a la que mata a golpes.
    La piragua encallada con su niña novia cruje en llamas a unos metros. No alcanza el fuego a purificar la traición o la falta de lealtad.
  
    Escapa con los ojos anegados en lágrimas. Los soldados nunca encuentran al desconocido que logra la mímesis correcta entre los fuegos fatuos y los insectos roncos.


    (Jamás volvió a descansar en las temerosas noches, debido no tanto a las condiciones arduas de las costumbres del fugitivo, si no a aquello que los demás hombres señalan como conciencia.)





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