sábado, 18 de julio de 2015

2012




Al principio la oscuridad era plena, sin orden. Las lágrimas calientes, incesantes.
Ahogándose, adivinó que eran congojas acumuladas a través de siglos.
Mientras la ilusión del tiempo iba acomodando pesados estantes, sus pensamientos fueron ordenándose.
El primer espasmo de tristeza fue una interminable espiral de espacios vacíos, recorridos una y otra vez. 
La tristeza cedió en una melancolía brutal.
Fue entonces cuando empezó a imaginar destellos y transformó su aliento en palabras. Se animó más allá de los rincones y entendió que estaba sólo. Adquirió conciencia del universo y lloró con el alma, por vez primera.

Todavía espera, arropado en un capullo de paciencia. Espera tímido, pero cierto.
Espera asomarse implacable y eterno, mientras teje la risa pura de su transformación final.  







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