Es una tarde tibia de colores profundos.
En el aire se mezclan los perfumes de las plantas
del vivero.
No llegamos a almorzar, justo en ese proceso tan
familiar de poner la mesa, suena el teléfono.
(Tenía el espacio justo y la privacidad
necesaria.)
Sucede simplemente, como todo lo demás.
Nos deja un poco más solos, sin su corte
sereno.
El cielo bien azul, algunos pájaros cantan en el
estacionamiento de los eucaliptos.
Una nube grande se mueve despacio, más
arriba del horizonte.
El resto sigue igual.
La farmacia, la panadería, gente pasando, autos.
Mi padre “se me ha muerto como el rayo"
y lo extraño.
y lo extraño.
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