martes, 18 de agosto de 2015

La costumbre




…y olvidaron los ritos de ciénagas ancestrales y extremidades de barro. Negaron la tarifa del barquero y el sabor a metal en la lengua del muerto. Ignoraron el ulular de las jaurías y los cantos roncos de los gallos, que invocaban al amanecer. Dejaron que los pendones se cubrieran de enredaderas y de selva. Desconocieron las señales de los carroñeros volando en círculos, y de los pájaros que topaban contra los cristales gruesos. Dejaron extinguir los quinqués y las velas. Postergaron para siempre los mantras divinos. Omitieron los nombres de sus antepasados, relegando el llanto caliente a muecas vacías.
Los negocios, las frías aleaciones, la pompa forzada y la costumbre,  hicieron que esos hombres abandonaran a sus muertos a una deriva privada del habla y del calor.

La muerte mientras tanto, se atareaba como nunca. Su presencia se sentía en los túmulos, que se recortaban contra un cielo sin sol.

Solícita y ufana reía quedamente, mostrando su boca ausente de aliento y de dientes…







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