Buenos Aires te deja.
Guarda ceniza fría y
cerveza sin espuma.
Te deja ir pero te acecha, espera paciente, aburrida. Sabe
de su magia, de su encanto triste en cualquier puerta, del olor de su río.
Se
llena de certeza y tiempo.
El puerto y el vino
enfrían el candombe de los pobres. Putas y enanos desfilan borrachos en la
madrugada fría. Los estibadores sueñan.
El ala del avión se arrastra más arriba de los puentes.
Se van haciendo
lejos las sirenas…
La madrugada bosteza en la última esquina y espera.
Entierra la nostalgia mientras tanto.
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