Me muerde las manos.
Me arrastra más abajo de
la sombra.
Corrompe, gótico,
pudriendo el resquicio mínimo.
Roe contenido y forma, y
vacío.
Caronte reclamó mis ojos.
Me ahogó en la mitad,
en el río.
Apenas un hilo de sueño,
de esbozo.
Gemido huérfano de cielo,
negro, lejísimo...
Mi cielo protector.
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